LA FE ETERNA
Yo servía. Y creo que ella
sufría en su alma. La veía que reía, pero su risa no era risa; era llanto. Yo
notaba que sus ojos se agrandaban. Al final, era el desencanto.
Su nombre era Milagros y
trabajaba conmigo. Yo era mozo. Ella una fichadora. ¿Qué es una fichadora? Una
mujer que a cambio de sus encantos hace que el cliente consuma más licor y
drogas. Como incentivo de esto, el jefe del Bar le entrega una ficha; un vale
de dinero que, al terminar la noche, canjea luego.
Por copa, yo lo sabía, una
ficha valía cinco soles netos. Si el cliente pedía más licor, eran más fichas.
Todo era dinero.
Ella vino de la selva, del
Rio Napo, huyendo del desempleo y el poco trabajo. Su padre, me contaron,
sembraba plátanos. Pero por conseguir más, una vez, acepto sembrar marihuana a
destajo.
Al final, aunque se construyó
su casa, lo apresaron. Y desde ese momento, pensó en emigrar, Milagros.
Y vino a la capital, como es
obvio que vienen todas las mujeres por un futuro mejor. Y lo que ella encontró
fue solo un antro en donde aumentaría su dolor.
Busco ser sirvienta. Ser
repartidora. Ayudante; pero sin papeles ni familiares, de fichera, a los 16,
solo consiguió un trabajo; en este antro donde yo sirvo las mesas. Y veo como
muere su alma, y se agigantan sus penas.
Yo veo como les cogen las
piernas, y como ellas se dejan. Veo como –y todas eh, porque son muchas- se
dejan tocar de más. Y algunas, por una ficha, terminan mal. Hasta la prostitución
he visto que acaban las pobres por un poco de plata mundanal.
El cielo sabe, y la noche, el llanto oculto de la mujer que quiso ser buena y salir adelante. Pero la ciudad tan enferma, acaba enfermándolas a ellas. Y su futuro, es más incierto entonces de cuando vinieron desde sus tiernas lejanas. Unas acaban como prostitutas en desconocidas discotecas; otras se hacen señoras gordas, o se convierten en horrendas ficheras.
Otras van al alcohol o a las
drogas; y entonces la noche se las devora todas. Les agarra una enfermedad, y
se van como la Luna en un amanecer que no ven ya más. Y es porque no están ya.
¡Oh Mujer, mujer que quiso
progresar, mira qué difícil es tu caminar!; ¡mira como de mil, tan solo una se
puede levantar!
Milagros se cansó. Se cansó
de tanta bestialidad. Y envalentonada, un día me dijo: “me voy; Miguel, me
voy”. Y encontré, cuando se iba, una pequeña biblia en su bolso, con la imagen
de “Jesús, nuestro Señor”, mirándonos con amor.
Y sucedió que la paloma llegó
a la estrella más distante que viera un día cuando empezó a volar por sí misma.
Y Milagros voló como ella.
Y ahora, después de pasar
casi dos años de que se fue, la encuentro un día por la calle, ya casada,
cargando a su hijo.
“Es solo cuestión –me dijo –
de tomar valentía e irse de esa vida de dolor, para empezar una nueva, como a
me tocó a mí con el Señor Jesucristo”.
Y me enseñó a su hijito.
“Esteban” (se llamaba)
“Bien por ti –le dije a
Milagros- como quisiera ser como tú que volaste hacia mejores laderas” …
Y me habló de Jesús. Y sentí
que también yo podía volar. Y cuando me hablaba pude comprobar que ella ya
había volado y alcanzado …la placida pradera, la paz, la fe eterna.
Y su esposo, un pastor que
llegó después, me enseño más ….y yo escuché.
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