MUSEO DEL GRECO

 

MUSEO DEL GRECO

 

Diagnosticado de Ansiedad Crónica por los médicos por la pandemia del Coronavirus, salía a pasear por las noches tratando de olvidarme de este condenado confinamiento, encontrándome con algo peor aún que el mismo virus, el desorden mental”.

 

 

 

…Luego de respirar ese siniestro aire corrompido, observen como yo ahora, por favor, he llegado a una conclusión: …que el extraño halo, en realidad, de esta bastante polvosa atmosfera, por ninguna parte, es natural; y mi compañero, el que se ha desmayado, tampoco lo ha soportado. Del tal modo que, no encontrando además un sereno instante de quietud, el miedo en mí, como el pavor, ha crecido. Y fluye, por estos desolados ámbitos de bastante inhóspita decrepitud y profusa oscuridad, un aire como a misticismo y religiosidad; que acorde a la avanzada hora, no parece sino como que ángeles y demonios, habitantes del lugar, súbitamente emergen de sus antiquísimos atrios formando una especie de cementerio viviente aquí que impresiona.

Observen como luego que he estado así en el museo, escondido, de pronto, también, que han dado, es verdad, la súbita medianoche, ha empezado a emerger, no del ambiente, sino de los mismos atrios donde están encerrados aquellas pinturas y cuadros y frisos por doquier, el alma creo en forma de luz de ellos, esparciéndose entonces y disolviéndose como agua por todo el derredor del aposento. Y como luego de un momento, también, vean, esa licuescente esencia de espectros ectoplasmaticos, fluyendo en ese más que bastante maldito y horripilante ámbito gutural, que impone su fuerza a la realidad convirtiendo a este museo en el cual he entrado en un cementerio viviente como he dicho, donde los seres prohibidos se han levantado y cobran vida aquí de repente en este recinto, justo a la medianoche; y ante mis ojos que apenas pueden creerlo.

Entonces yo había entrado al museo, pero no, créanme, a robar ó a hacer cosas malas. Lo único que yo quería hacer, era ver al Museo, pero en la noche; recibiendo para ello la ayuda no poca de mi amigo, el vigilante nocturno de aquel, que me contara precisamente una vez, yo no creyéndole, que el museo de noche, es un pandemonio. Y que las reliquias que se ven allí de día, en sus atrios, de noche, me dijo, cobran vida; comprobándolo, yo ahora mismo, con mis propios ojos, esta noche, en que, esperando que pasase algo, ha sucedido; aunque no a las doce, a la una en punto; en que vi primero que un débil manifiesto de pronto irrumpió en el lugar y después, como he dicho, ya empezaron a aparecer como por arte de magia, unos seres que he dicho son temibles y fuera de este mundo.  

Mi compañero aún no se despierta y lo marco de su cabeza todo el tiempo. Y mientras el reposa, yo creo he hecho algo que en ningún momento debí consentir. Me refiero al hecho de sentir, …palpar, …vivir la emoción exacta de ver por mucho tiempo, y fijamente, a esos seres. Pues su realidad es tan distinta y diferente a la nuestra que, por supuesto, cuando uno ve demasiado hacia ellas, lo más seguro, es que en los recovecos de la conciencia -ahora como la mía alterada- se distorsiona. Y crea, la realidad de ellos, más que la verdadera. De tal modo que el razonamiento cambia y uno sufre serios trastornos sicológicos como el que yo ahora puedo tener, si sigo viendo a estas criaturas. Pero tampoco no puedo evitarlo; porque están allí, vivas, y las veo. Y me ven.

Y de pronto, que estoy así, algo pasa en mí ser…

…zyhuijioknbvfresdwwxxserfbgtyhbgtrfdewsuhygtrfcbvfpoikjuyhxdewsatghyujikmhygtrfdewseswaqtgrfdesxcdyhujioklhgtfredcxzxdswetyuojhgfcvcefredwswerrvftgfdcswer…

De repente, ya no soy el mismo… frtgydeswzxdsnjhytgr… empiezo a cambiar…gtrfdewsujihgtxzsa… y en eso, febril, acabo en una laguna pseudomental, como una catarsis leve o paranoia.

…hjuygtfredswxxczgtfryhujikoljkhytgfedcdxswerttuhygtrvcddxsnjmknhbvgdfdcfdfytgfredjikolpkjmnbhvfgtrfdesfcffvggbgbhhggyhytferdcbvghyrdfesdccvbhytrgvcfeeerfvbhy.

A la mañana siguiente, cuando he aparecido de nuevo en el recinto, aunque con mi compañero al lado, él se ha apartado de mí y me ha dicho no muy despacio:

“¿qué te ha pasado? ¿qué te ha pasado?”

Y al solo mirarlo yo entonces, pues no sabía a qué se refería, él me siguió observando. (Y hasta su uniforme, recuerdo, de colegial de secundaria), pues éramos estudiantes los dos, y los dos habíamos hecho preparativos para esta experiencia.

De pronto, me dice: “estas diferente, ya no eres el mismo”.

Y de repente que dijo eso, las puertas del museo se abrieron, y el vigilante, mi amigo, el joven David, vino a vernos, reconociendo solo a mi compañero, no a mí, cosa que me sorprendió:

 “¿eres tú, Miguel? ¿eres tú?”

Y de pronto, soltó mi amigo, esta frase que jamás quise escuchar; no porque la tomara como un insulto sino porque a lo mejor era cierto.

- “Creo que está loco…”

Y en ello, me llevan, y no supe más de mí, ni de mi condición.

Por eso, Camarada, si lees este cuento y quieres hacer como yo esta locura; hazla; pero no hagas como yo: mirar demasiado a los seres increíbles del más allá de tu museo. Pues te convertirás en algo parecido a mí que ya ni sabe a ciencia cierta cuál es su mundo o cual el falso. De tal modo que no te prohíbo que vayas a medianoche a tu museo -seguro uno misterioso- y te quedes allí hasta la medianoche- cual el Pedro de La Ajorca de Oro- y veas los seres espectrales porque así sucede- sino el mirar demasiado a estos seres, si te prohíbo, porque están malditos, y no hacen bien. Y acabes como yo, aunque joven todavía, en una sala de esquizofrénicos, en donde seres del más allá me visitan a cada rato, y maléficos espíritus maquiavélicos del bastante lúgubre Museo Toledano, al cual, fui, me atormentan.

 

…rdeswgfthygtrfdesxsd…es nuestro…gtfredcxwetyhgyujuinih… el alma es nuestra… vttrfeercvbgvfcdewsxazawswed… hay que consumirlo… njuhygtfrdewsccnhbgvfcer… es solo cuestión de tiempo… dfredcxswqazcfrgftvbhyggnjhytgnjuyh….

 

                                                                                                                                                                    “Suerte…”

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