CANTO DEL ALMA

 

En el primor de un verano claro, se iluminaban por la luz del día, las flores. El cielo mismo tan flameante entonces revoloteaba con un fondo no azul sino anaranjado porque se acercaba el crepúsculo. El mismo firmamento tan bello, traslucía, y avanzando con mi caballo… yo cantaba.

Entonces el viento me soplaba tibio y fresco a la cara;  era refrescante ver como el paisaje tan lozano en mi delante, aparecia para calmar mis ansias. Todas las almas eran buenas, todos los pajaros volaban, pero sin alas se respiraba tambien una paz que solo da la oracion al creador y estos escenarios de esplendor. 

no buenas como antes, sino que unidas más que nunca, unas con otras, destilaban dicha. Así, entonces, destilando dicha entre alma y alma, resultaba una especie de plácida calma. Obvio era muy exquisita su bonanza.

Cuando caminaba por los jardines de la pradera, unas como mariposas que de ahí volaban, me rodeaban; y hasta en veces de travieso corría yo solo para ver si acaso estas me alcanzaban, como si desde esos jardines algo vivificante repartiera vida. algunas flores, emergían algunas abejas, y me zumbaban. Todo era lindo entonces, y como les seguía contando… yo cantaba.

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